Hablar de la D.O. Manzanilla es hacerlo de Sanlúcar de Barrameda, la ciudad costera situada en la desembocadura del río Guadalquivir, y también es referirse al Marco de Jerez y a la D.O. Jerez-Xérès-Sherry, ya que comparte con ésta tanto la zona de producción como la tutela del mismo Consejo Regulador. Pero sobre todo, es hacerlo de la singularidad especial de la crianza bajo velo de flor y de una denominación histórica que exporta casi tres cuartas partes de su producción y cuyos vinos están recuperando fama entre los consumidores, sobre todo jóvenes, de los países extranjeros.

Así pues, aunque tanto la uva utilizada como los procedimientos de elaboración son similares a los del Jerez, ambos utilizan la crianza bajo velo de flor para sus vinos, el especial microclima de la localidad de Sanlúcar confiere a estos vinos una personalidad singular y determina las especiales características organolépticas de los vinos de crianza biológica que se crían en sus bodegas. Tres son los agentes que condicionan este clima tan especial: el río Guadalquivir, que representa el límite natural por el norte de Sanlúcar, el Océano Atlántico, donde aquél vierte sus aguas y que bordea la ciudad por el oeste; y la marisma, esa gran extensión de llanura sobre el antiguo delta que presenta una ausencia total de relieve. Los tres agentes propician unas temperaturas más suaves y una humedad relativa más alta que las imperantes en el resto de la zona de producción del Marco de Jerez.

En cuanto a su historia, se sabe que tanto en Sanlúcar como en el resto del Marco de Jerez se producían vinos ya desde siglos antes de Cristo y que con ellos han comercializado todas las antiguas civilizaciones mediterráneas, manteniéndose el comercio en la época visigoda e incluso durante el periodo de dominación musulmana. No obstante, no se tiene constancia sin embargo de la fecha exacta en la que por primera vez los británicos embarcaron Jerez o Manzanilla desde esta región, aunque es bien conocido el hecho de que a finales del siglo XV había un nutrido grupo de comerciantes ingleses establecidos en Sanlúcar, encargados de embarcar vino desde su puerto con destino a Reino Unido. Y tras el descubrimiento fue enviado sin interrupción a América, alcanzando su gran afianzamiento a partir del siglo XVIII.

Tampoco se tienen referencias exactas del paso de aquellos vinos primitivos, milenarios, producidos en la región a partir de diversas variedades de uva, hasta lo que conocemos hoy como Manzanilla. En esa oscura evolución a través de los tiempos, aparecen datos aislados, como la introducción por parte de los árabes del hábito de encabezar los vinos con alcohol para fijarlos y garantizar su estabilidad durante el transporte o el surgimiento espontáneo del sistema de criaderas y soleras mediante el que madura la Manzanilla, cuando los vinos de una cosecha se hubieron de mezclar con los de la anterior que no se habían vendido.

Desde 1933, la Manzanilla se comercializó bajo la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry. Sin embargo, en 1964 se modificó el reglamento de dicha denominación creándose la Denominación de Origen Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda, reconociéndose oficialmente el carácter especial de la misma y quedando ambas denominaciones amparadas por un mismo Consejo Regulador, junto al Vinagre de Jerez.

El Reglamento de la D.O. Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda define este vino, elaborado a partir de la variedad blanca Palomino, como generoso de color pajizo a dorado, de aroma punzante característico, ligero al paladar, seco y poco ácido, con un grado alcohólico volumétrico adquirido entre 15% y 19% vol.

Fuente:winefromspain.com
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